
Me dijeron que, de noche, la puerta de mi armario ropero conduce a una hermosa playa tropical, un paisaje edénico donde la calidez del aire y la tibieza del agua invitan a bañarse desnudo bajo las estrellas
en medio de una soledad liberadora.Naturalmente no pienso comprobarlo, pues me tengo por alguien sensato y refractario a las paparruchas.
Nunca engalano con auroras de misterio la realidad que me rodea, ni siquiera el sonambulismo que me aqueja desde hace años.
El paso del tiempo ha disipado en mi hasta el más insignificante vestigio de credulidad, y nada ni nadie volverá a ilusionarme vanamente con delirios fantasiosos, por muy sugestivos que sean.
Además prefiero usar mi atención para resolver esos pequeños fastidios que a veces vuelven irritante el día a día.Por ejemplo el inusual raspado de mis zapatillas sobre el suelo de mi habitación cuando me levanto por las mañanas-como si hubiese granos de arena dispersos-
ya empieza a enojarme...
(Alberto Garijo)